martes, 13 de abril de 2010

Me dejó pensando...

Camino a casa, pensando en que tendría que llegar a lavar la torre de loza que dejé en el lava platos, y además con un problema de estática en mente, me ocurrió algo bastante agradable, y que me dejó pensativo (por eso es que escribo esto).

Subía la escalera para tomar la linea 2 del Metro, con dirección hacia La Cisterna (sí, subía, pues uso mis piernas para ascender, no dejo que la escalera mecánica me ayude), cuando veo un rostro conocido en el lado de la escalera mecánica. Ese perfil pecoso y blanquecino que poco ha cambiado con el pasar de los años (sigue igual de bello, aunque eso no viene al caso), y que por azares del destino voltea, para que nuestras miradas se topen. Una antigua compañera de colegio, con la cual compartí momentos bastante bonitos, y que no veía hace tiempo. La verdad es que estudiamos en la misma universidad, pero en facultades bastante alejadas, y casi nunca nos encontramos.

Con el saludo cordial de siempre, nos preguntamos algunas cosas de vida (como nos va, qué hemos hecho y cosas por el estilo), y abordamos el camino a la típica charla de metro, donde los temas tratados son rápidos de digerir y no de mucha profundidad.

Ya en el tren, hablamos de manera amena, mientras le comentaba algunos pormenores de mi vida universitaria. Recordamos algunas cosas del colegio (me recordó mas bien, ya que mis recuerdos escolares son bastante vagos), y de a poco fuimos entrando en temas más transversales a la vida. Ahí es cuando me puse a pensar.

Los vicios, a mi parecer, son esas cosas que uno hace sin saber el porqué, y aún cuando nos damos cuenta de ello, lo seguimos haciendo. Y lo más divertido de todo, podríamos dejarlos y no lo hacemos.
Los más comunes son el alcohol y el cigarrillo. Cosas que en la vida se ven a diario y de manera normal los fines de semana, sobre todo en la universidad (más aún en donde yo estudio), ya que es en esta época de la vida donde se forma (generalmente) el verdadero carácter de una persona, ya que es un desafío de futuro.

Una pregunta rebotó repetidas veces entre mis neuronas. “¿Te ríes menos sin trago?” En ese momento algo vago se me vino a la mente. Ya cuando me separé de mi amiga, un eco de razón comenzó a sonar en mi cabeza. Recordando mis primeras experiencias con un vaso de Ron y un cigarro, y preguntándome por qué comencé a beber y a fumar.

El alcohol es una droga que en dosis aleatorias (depende de la resistencia de cada persona a su efecto), inhibe la sinapsis neuronal en algunos sectores del cerebro, produciendo efectos a nivel macro en el cuerpo, tales como dificultad para mantener el equilibrio, euforia, adormecimiento de lengua y extremidades, visión borrosa, y hasta inconsciencia. El exceso, causa a mediano plazo un estado de resaca, dónde se presenta dolor de cabeza, sequedad en a boca, náuseas, intolerancia al ruido y a la luz, y mal humor. El cigarrillo, en cambio, es un elemento no alimenticio que tiene un efecto adictivo a nivel cerebral, y netamente destructivo a nivel corporal, llenando los pulmones de impurezas y desestabilizando el equilibrio de oxígeno en la sangre.

Es cierto, el alcohol y el cigarrillo no contribuyen en nada a mi bienestar, y aún así sigo consumiéndolos. Creo que la convivencia con estos elementos es de libre elección, dependiendo de nuestro nivel de felicidad.

A esta altura de mi vida ha nacido un nuevo debate en mi mente, que comprende mi aspecto vicioso (no solo sobre alcohol y cigarros, sino también todos los que pueda tener). Pero creo que no le pondré atención por el momento. Tengo un compromiso más importante aún, que es con mis ideales de futuro profesional y responsabilidad. Estoy estudiando, no me está yendo como espero, y debo preocuparme por terminar mi carrera, y asegurar mi vida. Quiero enfocar mi energía en eso. No sé si sea la mejor decisión, pero es la que estoy tomando. Aún así agradezco enormemente a la persona que inició este pensamiento, ya que es algo que no debo dejar de tomar en cuenta.

Nuestra felicidad depende de nosotros mismos, de si estamos conformes con nuestra vida y metas logradas. Yo al menos me siento feliz, porque quiero estarlo, y porque además sé que puedo llegar a ser una mejor persona de lo que soy ahora. Haga lo que haga no debemos olvidar eso. Y sin importar lo que venga, saldré adelante.

Muchas gracias.