En aquel momento, tomé mi calculadora, y quise escribir tu
nombre. En una hoja llena de ecuaciones, busqué tu rostro. En un problema
técnico quise oír tu voz… Inesperadamente, tu recuerdo se impregnó entre mis
ideas. Cada señal de lógica fue desplazada por una duda irracional, miedo e
intriga. Un golpeteo incesante se apoderó de mi pecho, y una chispa de lucidez
vino a prevenirme sobre mi locura. Todo a raíz de un inesperado deseo de paz…