lunes, 13 de abril de 2009

Un caliente desde otro punto de vista.

Hace unas noches concluí que las películas porno no son más que una parodia de lo que es el placer mundano más personal y natural de todos.

Es hilarante la forma en que un hombre penetra a una mujer, en distintas posiciones acrobáticas, mientras ella finge 10 orgasmos por minuto, al tiempo que la cámara gira mostrando un entorno más preparado y falso que infomercial sabatino mañanero de La Red.
Sin contar la "elaborada" trama de la cinta, donde casi la totalidad de los diálogos constan de gemidos y expresiones sugerentes.

Dejando de lado el porno procedente de medio oriente (donde se ven 5 minutos de sexo, seguidos de otros 85 de penitencia), hay otras películas en que, a pesar de tener escenas de desnudos y coito, el desarrollo de estas es más acorde con la trama, donde se ven reflejados los verdaderos sentimientos de los involucrados a la hora de efectuar el acto.

Es interesante y exitante imaginarse en esa situación, donde ambos cuerpos se vuelven uno entre caricias y besos. Cada gemido, cada exalación de esa respiración agitada, se ve potenciado por los sentimientos de atracción y amor que emanan por cada poro de esos seres.

Irónicamente, lo más cercano a la realidad, exita menos que la burla explícita y poco delicada.