jueves, 14 de mayo de 2009

Lealtad.

El único que siempre me apoya cuando me mando una cagada es mi amigo Confort.

martes, 12 de mayo de 2009

¿Ensayo?

(esto lo escribí hace mucho)
Empecemos por decir que todo es una copia, de una copia, de una copia. Si analizamos este problema y nos preguntamos ¿qué somos? Surgirían cientos de respuestas, entre las cuales saldría a la luz la más acertada: podría decirse que somos humanos, seres independientes con capacidad de razonar. Pero ¿de dónde venimos? Si lo pensamos fríamente, somos la “semi-copia” de nuestros padres y ellos la de los suyos (duplicación de DNA, fenotipo, etc.), y digo semi-copia pues, por así decirlo, tenemos la mitad de cada uno. Y esto da argumento a la frase con la que partí.

Somos personas que estudiamos, trabajamos, y compramos cosas (“trabajar para vivir”, como se dice). Somos esclavos de la compulsión consumista. No vivimos sin artículos materiales, y hasta hay personas que se obsesionan con sus muebles. Si hablas con ellas son capaces de preguntarte qué mueble te identifica ¿y qué tiene que ver mi velador con mi autodenominación como persona? ¿si alzo mi mano y me quedo parado seré una percha, o apoyando mis manos en el piso seré una mesa? Debes cuidarte del consumismo, o tus cosas terminarán por poseerte, y no podrás vivir sin ellas (como las calculadoras). Aparte del juicio actual que hacen de ti por las cosas materiales que posees, por tu “patrimonio”, pero ¿qué es eso? El patrimonio es una ilusión que define a un tipo por sus pertenencias, y esto llega a tal punto que empieza a surgir una desesperación enfermiza en tu vida por tener objetos que te hagan ver importante, superior, “de buena situación”. En este punto ya estás dentro, y dominado por el sistema: uno donde debes seguir órdenes; y existen los llamados “derechos y deberes”. En el cual escuchas sin que te escuchen, y comienzas a buscar un medio para que te oigan, decir lo que sientes, lo que quieres, llegando a una solución desesperada: ponerte en peligro de muerte, real o ficticio, pues sólo cuando creen que vas a morir te escuchan. Y si no llegas a tal extremo, buscas solución a tus problemas en terapias, de grupo o personales, dándoles de comer a psicólogos y psiquiatras. En esas sesiones te das cuenta de que no te conoces. No sabes de qué eres capaz porque nunca te haz atrevido a pelear por ti, o contigo mismo ¿Cómo te vas a conocer si nunca haz peleado? Y aunque luches contigo, será inútil que lo hagas contra el sistema. Uno regido por ambición desmedida, coimas, robos; grandes naciones adueñándose de países pequeños tras la máscara de la justicia; y esa herramienta poco hostil llamada “Guerra”, creada por unos imbéciles que decidieron seguir su instinto asesino. Sólo una cosa supera su torpeza masiva: la destrucción masiva, que es el destino de toda guerra. Conflictos que hay en todo el mundo. Y, aún sin participar de ellos, tenemos palco reservado para presenciar la destrucción masiva, gracias a la televisión (herramienta del sistema para controlarnos). Estamos viciados gracias a ella, y vemos lo que ellos ponen en la pantalla. Queramos o no, estamos sujetos a un sistema, y si no lo cambiamos ahora, más adelante será inútil. Debemos ser autónomos, y no depender de la tecnología en exceso. Seamos seres humanos, no máquinas de trabajo, o terminaremos todos enfermos de la cabeza producto de la “Globalización”.