lunes, 21 de septiembre de 2009

Mañanas

Estaba caminando tranquilamente y sin apuro por el campo, junto a la mujer más bella que había conocido. Conversando de la vida, riendo y jugueteando como dos chiquillos. Hace días nos conocimos en un bar del pueblo, y de inmediato surgió ese “feeling” entre los dos. Llegamos a la sombra de un árbol, y le declaré mi amor de manera efusiva. Antes de que ella pudiera decir algo, nos interrumpió el maldito despertador. Lo apagué y traté de oír su respuesta, pero fue inútil. Eran las 6, estaba despierto y tenía que levantarme.