Llegando tan puntual como siempre (8:30 de la mañana), tomo asiento en mi lugar de preferencia, desconecto mi reproductor, saco mi cuaderno, a la Myriam, y me pongo a tratar de hacer ejercicios.
"Cómo está joven Jorquera", dice el hombre mientras me anota presente en la lista de asistencia, sin necesidad de una respuesta de mi parte.
Nueve y media de la mañana. Despierto de una siesta mientras veo que el hombre se retira tranquilamente de la sala, con su bufanda colgando del cuello y sus guantes sin dedos. Sobre el ejercicio... Me equivoqué en un torque.
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