miércoles, 9 de mayo de 2012

Inesperado


Cuatro años de tormentosos y lentos avances, miles de horas de desvelo, con tal de alcanzar una nota aprobatoria… En el colegio era el mejor del curso. Lo fui durante años, y entré con la misma confianza a la universidad. Sonrisa de oreja a oreja, pecho inflado y papa en la boca, asumí este nuevo desafío con una soberbia  más grande que mi propia cabeza (y eso ya es decir mucho). Carrera de hombres, sólo entró una mujer a la sala el primer día de clases. Tan sumido estaba en mi ego, que únicamente reparé en ese hecho.
Dos meses pasaron hasta que nos dieron los resultados de las primeras pruebas. Mi cara estaba regada por el piso viendo mis nefastas calificaciones, hasta que, por motivos que no recuerdo, supe las notas de la única señorita del salón. Sobresalientes… En ese momento, de súbita vuelta a la realidad, me fijé con más detalle en la persona cuyos resultados fueron mejores que los míos (y que el resto del curso, además). Ojos pardos, piel clara y cabello negro. No era una modelo, y en ese momento ni siquiera la encontré linda, sólo quería saber cómo fue que salió tan bien en las primeras evaluaciones.
Desafiante, me acerqué hasta ella y pregunté de dónde venía. “De Hornopirén”, susurró una voz que adormeció mis oídos.
Ahora, ella se ha ido. Por problemas de dinero tuvo que volver a su tierra natal. Me ayudó de una manera impresionante a ser más humilde y además a mejorar mis notas. Sus ojos no sólo inspiraron mis ideas, también dejaron huella en algo que no recordaba tener. “Una mujer más inteligente que yo”, pensé cuando la conocí. Ahora sólo quiero volver a ver esos ojos…

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