martes, 15 de mayo de 2012

Niño


Llegamos como siempre, cansados de un largo día. Lo llevo a la pieza y le prendo el computador para que juegue. Voy a la cocina, le preparo una taza de leche caliente. Él se sienta a jugar, mientras yo me sumerjo en mis ideas. Después de un rato me saca de mi letargo y me dice que quiere ir al baño. Allá lo llevo, para luego volver a la pieza y así pueda seguir jugando. A veces le quito el computador para hacer mis tareas de la universidad, pero siempre me gana la batalla y sigue con sus juegos. Tierno y cariñoso, inmaduro e insoportable, no deja que mi vida fluya tranquila.

Tengo 25 años, y mi niño interior está más vivo que nunca.

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