Negro… Ese era el fondo del cuadro que en aquel momento adornaba su mente. Una imagen gris comenzó a distinguirse entre la oscuridad, cambiando un poco el penoso ambiente. Deforme y borrosa, la silueta que se mantenía quieta y sin vida de pronto tomó impulso y empezó a saltar. Uno tras otro los rebotes se fueron intensificando, volando entre piso, muros y techo de manera totalmente aleatoria y descontrolada. Un salto afortunado dio contra un solitario interruptor escondido entre las tinieblas; el negro se volvió blanco, y el gris una algarabía multicolor.
En su rostro, las lágrimas dejaron de caer, dando paso a una sonrisa.
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