lunes, 15 de octubre de 2012

Enamorado

La llevé a un modesto, pero buen restaurante en Bascuñán Guerreo, no lejos de Blanco Encalada. Después de la comida saqué una pequeña caja, la abrí frente a ella y le propuse matrimonio, mientras su rostro se llenaba de emotivas lágrimas. Tomé el anillo y lo puse en su dedo. De súbito este cayó a la mesa. Levanté la vista, ella había desaparecido y la gente que comía a esa hora me miraba con extrañeza... No debí dejar los medicamentos.

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